Hay frases que abren puertas (esas no las escucho ya ni en sueños).
Hay otras que las cierran por completo, con un candado pesado.
Pero hay otras, terribles, que las dejan entornadas, quizás con la esperanza de que uno se anime a entrar; probablemente con el morbo de que uno espíe por la hendija.
viernes, 23 de diciembre de 2005
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